Fui nacido sin escudo en el reino de la guerra.
Fui castigado sin culpa por un crimen jamás cometido.
Fui creado inocente en un mundo de asesinos.
Fui condenado a la cárcel del sufrimiento por pedir la Paz.
Crecí entre las nanas de las balas y las canciones de la
pobreza; Jugando a esquivar disparos y cañonazos de los criminales; Soñando que
comía una vez al día; Corriendo por las calles para que no me atraparan. Mi mente
firme, por no convertirme en uno de ellos.
Vi la muerte de mi madre por intentar coger una barra de pan
de sus sacos y una botella de agua para poder alimentarnos un miserable día de
nuestras vidas.
Vi mi camiseta manchada de sangre de mi hermana recién tiroteada
delante de mí, por negarse a quitarse la ropa e ir con ellos.
Vi mi casa arder y aún no sé el porqué.
Y a mi padre ni lo conocí.
Intenté aprender a sonreír, pero esa fue la meta más difícil
que nunca jamás me propuse. Sentir alegría y bienestar, que no hay problemas
más allá... Era como intentar quitarle al rico todo su oro.
Y perdí mi salvación por ser negro.
Escuché numerosas veces “quiero
ser feliz” y fui al anciano más sabio a preguntarle sobre su significado.
Me dijo que eso era una irrealidad que el humano había inventado, que él tenía noventa años y nunca había sentido esa cosa. Me dijo que la felicidad era algo
similar a ver el Sol resplandeciendo entre las nubes sin humo de por medio.
Comprendí que era otra mentira creada.
Fui escuchado por las cenizas de todos aquellos que
perdieron sus
vidas.
Fui luchando sin armas para encontrar el final.
Fui hallado en la triste miseria de mi riqueza.
Fui niño pobre sin nombre y sin edad, existiendo sin estar,
que caminó semanas enteras con los zapatos del suelo, que vivió entre los
balcones de gritos del dolor, que aprendió de la más sabia soledad, que pintó
en el cielo negro una estrella sin color.
Construí una mente de cristal para siempre recordar lo poco
que había aprendido y un corazón de hierro para nunca sentir afecto hacia nada
y unas manos de acero para sobrevivir en aquel delirio.
Y me construí a mí mismo como un escudo para huir del
reino de la guerra.
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