domingo, 4 de enero de 2015

Majestuosas puntadas

Rozaron tus yemas con esa peculiar inseguridad propia de ti que te caracteriza el paño de acero de la puerta. Sin hacer un mínimo de ruido la abrieron. Yo, aposentado en el rincón que hace esquina la pared, era ausente ante tu presencia.  El firme sonido que dejan resonar tus pasos, la bonanza que desprende tu sonrisa,  la constancia de tu mirada, el perfume de tu sencillez, invadió la sala.
Empezaste a danzar.
Parecía que volaras por las nubes i desafiaras al viento, que tus manos fueran dueñas de la sutileza y tus pies maestros del volar. Danzaste palabras jamás creadas y me callaste los versos con tus pasos. Sutiles movimientos creando canciones y tus giros entonaban melodías. Creaste de la nada una impecable harmonía,  por cada pétalo de la rosa más pura tú fuiste la reina de mis delirios. Tal dócil tu esencia fue, como campos de rojizas amapolas primavera deja nacer.
Fluyeron del bajo de tu rosado pomposo  tutú desconocidas y endebles  notas con su correspondiente clave, que empadroné como clave de ti. Esmeradamente se posicionaron en el pentagrama de tus zapatillas de punta que a pedazos desvanecían por el dichoso parqué. Cada puntada marcada era prodigiosa instrumental para cualquier afinado oído.
Bailaste la música del silencio  y el compás de la libertad, acompañado del sigiloso sonido del piano de tus sueños tocando en menor.
Eras la musa de los poemas, la doncella de la belleza,  un canon de perfectos defectos,  un contraste de la realidad. Retaste el paso del ser con el estar, y sin querer llegaste a ser un desafío a elegir; si eras el octavo pecado capital o la más galante maravilla.
Solo tal palabra como elegancia era capaz de nombrarte e incluso miento si la nombro a ella tu particular reseña. Un pequeño matiz que adornada llamado reverencia, sería indispensable  para  llegar a  los mínimos de tu esencia.
Ni los grandes escritores serían capaces de describir, ni los poetas más prodigios, ni los conmemorables novelistas,  esa sensación de la cual fui voluntario preso.
Suspirabas blanqueados cristales de frágiles detalles que solícitamente quedaban atrapados entre las medias que cubrían tus firmes piernas de donde jamás podían escapar. De ellos creabas marcos de memorias para llegar a la más alta excelencia y procurabas mejorarlos y que huyeran de tu ser.


Ante tu temida  soledad tomaste la decisión de brindar el último bailete de tu poder. La ausencia de quien fue testigo de ello y sus aplausos aclamaron esa mañana con luz de las estrellas, que salieron para relucir y desafiar dichas teorías de la noche y el día, únicamente para ti. 

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