Rozaron tus yemas con esa peculiar inseguridad propia de ti que
te caracteriza el paño de acero de la puerta. Sin hacer un mínimo de ruido la
abrieron. Yo, aposentado en el rincón que hace esquina la pared, era ausente
ante tu presencia. El firme sonido que
dejan resonar tus pasos, la bonanza que desprende tu sonrisa, la constancia de tu mirada, el perfume de tu
sencillez, invadió la sala.
Empezaste a danzar.
Parecía que volaras por las nubes i desafiaras al viento,
que tus manos fueran dueñas de la sutileza y tus pies maestros del volar. Danzaste
palabras jamás creadas y me callaste los versos con tus pasos. Sutiles
movimientos creando canciones y tus giros entonaban melodías. Creaste de la
nada una impecable harmonía, por cada pétalo
de la rosa más pura tú fuiste la reina de mis delirios. Tal dócil tu esencia
fue, como campos de rojizas amapolas primavera deja nacer.
Fluyeron del bajo de tu rosado pomposo tutú desconocidas y endebles notas con su correspondiente clave, que
empadroné como clave de ti. Esmeradamente
se posicionaron en el pentagrama de tus zapatillas de punta que a pedazos desvanecían
por el dichoso parqué. Cada puntada marcada era prodigiosa instrumental para
cualquier afinado oído.
Bailaste la música del silencio y el compás de la libertad, acompañado del sigiloso
sonido del piano de tus sueños tocando en menor.
Eras la musa de los poemas, la doncella de la belleza, un canon de perfectos defectos, un contraste de la realidad. Retaste el paso
del ser con el estar, y sin querer llegaste a ser un desafío a elegir; si eras
el octavo pecado capital o la más galante maravilla.
Solo tal palabra como elegancia era capaz de nombrarte e
incluso miento si la nombro a ella tu particular reseña. Un pequeño matiz que
adornada llamado reverencia, sería indispensable para
llegar a los mínimos de tu esencia.
Ni los grandes escritores serían capaces de describir, ni
los poetas más prodigios, ni los conmemorables novelistas, esa sensación de la cual fui voluntario preso.
Suspirabas blanqueados cristales de frágiles detalles que
solícitamente quedaban atrapados entre las medias que cubrían tus firmes piernas
de donde jamás podían escapar. De ellos creabas marcos de memorias para llegar
a la más alta excelencia y procurabas mejorarlos y que huyeran de tu ser.
Ante tu temida soledad tomaste la decisión de brindar el
último bailete de tu poder. La ausencia de quien fue testigo de ello y sus aplausos
aclamaron esa mañana con luz de las estrellas, que salieron para relucir y
desafiar dichas teorías de la noche y el día, únicamente para ti.
Muy bonito!
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
EliminarAmorrr
EliminarAmorrr
EliminarEstoy fascinada, la belleza de tu interior se palpa en este texto
EliminarGracias Anna un beso!
EliminarAhora si eres una escritora te kierooooo
ResponderEliminarMil gracias!!! Ahora a mejorar y aprender cada día un poquito más
EliminarFantastico
ResponderEliminarMe alegro mucho que te guste, muchísimas gracias!
EliminarMuy bueno Carla! - Emily
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
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