viernes, 10 de octubre de 2014

Y me fijé.

Dejé la camisa en la cama y los pantalones por el suelo. Cogí esa sudadera gris y ancha que me cubre hasta las rodillas, y , procurando que no me quemara, me apoyé en el radiador con una pierna más avanzada que la otra, dejando que mi mirada se perdiera a través de la ventana.
Alcé los ojos hacia el cielo, el Sol resplandecía tanto , que me resultaba incómodo para la mirada, así que dejé que esta escogiera su rumbo, y bajó, bajó hasta el suelo.

Primavera.


Los jóvenes reían invadiendo toda la calle, mientras los más mayores empujaban para avanzar. Los coches moderaban la velocidad, temiendo a la multa del policía que se encontraba justo en el cruce. Los más pequeños de la casa corrían sin vigilancia , con sus padres respectivos intentándolos controlar. Todo un mundo que no parecía realidad.

Y me fijé en algo peculiar. Perdida entre la multitud una pareja cruzaba las miradas mientra entrelazaban las manos. Ella era fina y elegante, y él, todo un caballero.

Verano.


Turistas impactados fotografiando hasta el más mínimo rincón. El tráfico con una ligera melodía de fondo , algo como pitidos. Las familias intentado organizándose mientras el típico y tópico hermano llega tarde para las vacaciones. Manadas de criaturas cantando. Todo un mundo de descontrol.

Y me fijé en algo peculiar. Perdida entre la multitud seguía esa pareja. Ella posicionó su mano reluciente por el anillo en su mejilla, y él, la besaba como si fuera la primera vez.

Otoño.

De vuelta a la rutina.

Trabajadores preocupados por no llegar al tren organizando los papeles mientras corrían. Padres acompañando a sus hijos el primer día de escuela. Madres besando a sus niñas y dándoles consejos sobre los chicos y el espectacular cambio que habrán dado esas vacaciones. Señoras yendo a la peluquería para cotillear y arreglarse el pelo después de tanto calor. Todo un mundo de emociones.

Y me fijé en algo peculiar. Perdida entre la multitud esa pareja. Caminaban al mismo compás . Ella frotó con delicadeza su grande barriga, mientras él , se agachaba para besarle.

Invierno.

Época fría y oscura.

Los niños contentos y abrigados cantando villancicos junto sus abuelas, las cuales estaban preocupadas pensando en el estofado de esa noche. Papás acabando de buscar ese juguete que encargaron hacía meses. Abuelos cogiendo leña en el monte para poder encender la chimenea. Las mozas vistiéndose con el conjunto nuevo de ese año y maquillándose como unas pequeñas mujercillas. Todo un mundo de fantasía y felicidad.

Y me fijé en algo peculiar. Notaba una ausencia de sombras entre la multitud. 

Y es que el tiempo había pasado y las cosas habían cambiado. Se habían cerrado etapas y emprendido unas nuevas.


Alcé la vista y el Sol continuaba molestándome. Era primavera de nuevo.

Levanté los brazos del radiador a la vez que me giraba bostezando ligeramente. Parpadeé. Seguía la camisa en la cama y los pantalones por el suelo.

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