Sinceramente, creí ser la reina de tus sueños.
Por el brindis de diferencias y aceptaciones abrimos la
botella de vino más lujosa que guardábamos dentro de la bodega.
Y es que la nada no encajaba en el juego que ambas habíamos
inventado. Inofensiva como ella sola nos observaba curiosa tras la ventana.
Fueron en esas noches en vela en las que marqué tus pálpitos
sobre mi piel. Contaba cada milésima de ellos, trataba de perseguirlos y
perderlos, y acelerarlos con mis besos.
Establecimos una oposición con nuestros labios cruzado los
cuales a la perfección, cumplieron la ley de la atracción. Intercambiaron un
sentido inexistente, y se bañaron con su color opuesto, creando una preciosa
desigualdad.
Un contraste.
Entonces me perdí, en el humo de tu violenta y seductora
aroma que me arropaba todos los crepúsculos y me enloquecía los amaneceres.
Un viaje de cambios tratando de explorar tus perdidos
escritos. Excelentes fantasías que narrabas con criaturas que ni se podían
imaginar, con sueños tan frágiles como la pura realidad, como cuando tenías un
sutil fragmento de corazón.
Eran los versos que narraban tus silencios o quizá solo fue,
fue…
Y entre puntos suspensivos te perdiste.
… Ni yo lo sé…
Me perdí entre puntos suspensivos tratado de hallar el que
hiciera final.
Tus silencios en la línea del verso.
Unos cambios durante el viaje de perderte las narraciones; Todas
ellas tan puras y tan repugnantemente idealistas, que de ellas cenizas hice con
mi mirada de fuego.
Presa de tu dulce aroma desvanecida en el inocente humo, que
me acompañaba todo el día y me protegía de la mínima tentación, de la
captación.
Un contraste.
Fomentamos una igualdad con la rima de nuestras pestañas,
seguían una partitura. Desconocidos tan familiares; Miles de clones idénticamente
idénticos, confusos entre la igualdad, desesperados por encontrar la
desemejanza.
Mi piel fue marcada por tus pálpitos. Colocabas tu cabeza sobre mi pecho creyendo
que yo no te sentía, y una vez allí simplemente te dedicabas a que sonara un
único instrumento a la luz de la hoguera.
Y encajaba todo en la nada, ya que en el todo nada
funcionaba. Él era poderoso y orgullosamente lo admitía, mientras que ella,
ella simplemente pasaba desapercibida.
De aceptaciones y diferencias fue el brindis. Maldito Chin-Chin de las copas repletas del
dichoso vino blanco que me emborrachó.
De todo corazón, confiaba en que era el sueño de tu reina.
Hallé el punto final.
Como siempre fantástico amor me encanta
ResponderEliminarMuchas gracias yaya!!!!
EliminarCarla creo que sabes muy bien que los polos opuestos se atraen.
ResponderEliminarEres genial
Exacto, los contrastes són necesarios.
EliminarGracias Anna, besos!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe parece genial leernos mutuamente! Sigue escribiendo con tanta pasión :)
ResponderEliminarGracias, lo mismo te digo!
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